Un reciente estudio ha evidenciado que tener un familiar en situación de migración puede afectar significativamente la salud mental de los adolescentes. El estrés familiar, provocado por el miedo a la deportación, incrementa hasta tres veces el riesgo de sufrir trastornos mentales. Entre ellos la depresión y agresividad en esta población joven.
Las conversaciones familiares suelen girar en torno a los acontecimientos del día. Pero existen casos donde siempre hay un tema recurrente que genera ansiedad. La posibilidad de que alguno de ellos sea deportado. “El miedo a ser separados es constante. Mis familiares temen que un día no haya nadie en casa cuando regresen de la escuela”, comenta una joven del estudio. Su familia incluye ciudadanos estadounidenses, residentes legales e indocumentados, lo que intensifica la preocupación.
Un estudio de Jama Pediátrica revela que los adolescentes latinos con familiares deportados o detenidos experimentan más problemas mentales que aquellos que no enfrentan esta situación. El estrés familiar, generado por el temor a la deportación, se traduce en un aumento de la agresividad, depresión y consumo de sustancias. Por ende un riesgo, casi triplicado, de pensamientos suicidas tras la deportación de un familiar.
El estrés y la salud mental
Kathleen Roche, profesora de salud pública en el Instituto Milken, explica que las madres tienden a cambiar su comportamiento ante la amenaza de deportación. Ellas evitan buscar una atención médica y aconsejando a sus hijos que se mantengan alejados de las autoridades. Esta dinámica provoca un deterioro en las relaciones familiares, aumentando los conflictos y la falta de apoyo emocional.
La retórica anti inmigrante, especialmente en un clima político tenso, afecta a las familias latinas en su conjunto. Si bien existen casos de menores que siendo ciudadanos americanos, su estatus lo pueden perder debido a las circunstancias de sus padres.
La preocupación por la separación familiar ha crecido, cuando se intensificaron las políticas anti inmigrantes. El estudio, que comenzó en 2020, ha mostrado un aumento en el número de adolescentes con familiares deportados, revelando que el 33% de los entrevistados ahora enfrenta esta realidad. La situación es aún más crítica en comunidades donde la mayoría de los adolescentes son ciudadanos estadounidenses.
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